
Llegados al siglo XIII, la vieja Barcino entró en una transformación que fue provocada por la necesidad. La ciudad creció, las murallas se hicieron pequeñas y se construyeron nuevas. Surgieron nuevos barrios y nuevos oficios. Quienes trabajaban un mismo oficio fueron instalándose todos en un mismo lugar. En la calle de los Sombrereros se instalaron los síndicos del gremio de los sombrereros, es decir, fabricantes de sombreros y gorras de lana, seda, hilo o estambre. Trabajaban con aguja de ahí el nombre inicial de sombrereros de aguja.